No
he llegado a ser alumno del colegio Reyes Católicos, mi formación
pre-bachiller es anterior, y bien que lo lamento. En primer lugar por
una mera cuestión de edad. De haberlo sido hoy sería más joven.
Debo añadir a esa primera razón la sana envidia de no ser
protagonista de ese medio siglo de esta institución, amén de otros
motivos que sería prolijo enumerar. Sin embargo, debo agradecer a
Miguel, mi hijo, el haber sido partícipe durante 6 años de la
historia de este centro, ya que en ese período de tiempo formé
parte del Consejo Escolar.
Gabriel Flores Garrido |
Por
lo antes apuntado, quizás no sea yo persona adecuada para escribir
sobre “el Reyes”, ya que nunca lo pisé como alumno.
Mis
primeros avances académicos se forjaron con Don Pedro Morales en una
vieja escuela situada en la esquina de la placeta del Berro con la
calle del Sol. El patio del recreo era la misma plaza, y el aula,
poco más que un pasillo, al que se accedía por medio de dos
escalones desvencijados y descendentes a unos pupitres aún mas
destartalados, con paredes encaladas y generosos desconchados que
nosotros con las uñas nos ocupábamos de agrandar.
El
material docente estaba compuesto por un mapa amarillento y
cuarteado por el tiempo y una pizarra en la que escribir era un
laborioso éxito que D. Pedro conseguía con maestría, que para eso
lo era.