jueves, 9 de octubre de 2014

EVOCACIONES PARA EL RECUERDO: EL VIEJO “REYES” DESAPARECIDO

¡Si las paredes del derruido colegio hablaran, cuántos recuerdos en el devenir del tiempo nos invadirían!
Así comienzo esto que escribo para decir que no fui alumno de este emblemático Centro Educativo por razón de edad, inaugurado a principios de la década de los sesenta, concretamente el curso escolar 1.962-63, para concentrar las escuelas unitarias diseminadas de nuestra población - situadas unas, en Placeta “El Berro” y, otras, en “El Pósito”, así como las de los Pagos Amarguillos, La Jara, El Real de Vera y El Esparragal - en una Escuela Graduada bautizada con el nombre de C.P. “REYES CATÓLICOS”. 
 
Cuando este gran colegio comenzó su andadura, tenía doce años y estudiaba Bachiller Laboral en el Instituto “Fernando el Católico” de nuestra ciudad. Por tanto, como acabo de decir, no fui alumno del mismo; pero, sin saberlo, el destino me tenía deparada una sorpresa: ser, durante treinta y seis años, miembro de él en mi condición de maestro de Enseñanza Primaria. Anteriormente, había estado tres, en Almería y, uno, en Alicante.
Pues bien, casi cuatro décadas al servicio de la Educación en este gran colegio son muchos años para el recuerdo de situaciones pretéritas. Si tuviésemos que reconstruir las vivencias pasadas, por supuesto, nadie de su Comunidad Educativa - alumno o profesor, padre o madre- estaría exento de emitir cualquier juicio, anécdota o detalle sobre él o haber dejado su impronta en algo que decir o contar del mismo.
Digo esto porque ahora que han construido la primera fase del nuevo colegio, la parte demolida, la del módulo de dirección, era tan consustancial a profesores, alumnos y padres que, quiérase o no, resulta difícil borrarla de nuestra imaginación. De hecho, una vez derribado y desaparecido el espacioso habitáculo, el pensamiento en nuestra mente y su representación visual plasmada en la retina de nuestros ojos, como si de una instantánea se tratara, mantienen intacta la imagen de lo que ese módulo, en su día, simbolizaba y representaba. Sirva de ejemplo cuando, en el inicio de mi vida laboral como docente en el colegio, aplicando y desarrollando la ley de Educación General Básica, el bloque destruido, emplazamiento para cursos de mayor grado, una vez finalizado 8º, era el último aposento de la vida del estudiante en el colegio, es decir, el paso siguiente a otra esfera o instancia superior: el Instituto.
Poco más de medio siglo de historia, un gran colegio: el vetusto “Reyes Católicos”, cuna y origen del nacimiento de otros, no puede quedar en el olvido por la construcción de nuevas infraestructuras creadas sobre el mismo. Sí que es verdad que la realidad es muy distinta y no es otra que la que hay. Haciendo un ejercicio de reflexión, supongo que, posiblemente, a generaciones venideras, cuando se les hable de los orígenes y trayectoria del viejo colegio en el transcurso del tiempo, éstas, no me cabe duda, difícilmente, podrán visualizarlo o imaginarlo, a no ser que recurran a su historia y antecedentes para forjarse una idea sobre él o enriquecerse del excelente fruto que vertió y de lo que, otrora, fue y simbolizó.
Dicho esto, aun así, quienes lo hemos visto nacer; quienes hemos aprendido en sus aulas tanto saber y conocimiento impartido por afables y respetuosos maestros de escuela; quienes hemos compartido momentos y ratos entrañables en sus dependencias; y, en definitiva, quienes evocamos nuestros recuerdos y vivencias infantiles como reconstrucción de nuestro pasado, por supuesto, no podemos dejarlo en el olvido. Siempre, ¡cómo no!, el viejo “Reyes” estará junto a nosotros en nuestro pensamiento para el recuerdo.
Acabado esto que escribo, semejado a lo que decía al principio: ¡si las paredes del derruido colegio hablaran, otro gallo nos cantaría!
Para finalizar, sirva este soneto en homenaje al viejo y amado “Reyes” desaparecido:
SONETO AL COLEGIO “REYES CATÓLICOS”
Medio siglo de su historia ilustrado.
Derruida estructura, saber herido,
mas si éste fuese dolor desmedido,
¡cuán grato sueño, mejor añorado!


Dos generaciones has soportado.
¡Lazos de amistad, recuerdo vivido!
¡Fraternidad y afecto compartido!
Avivaron fuego de amor creado.


Ilustres maestros tus aulas vieron.
Entre paredes, docto magisterio.
Lecciones, ¡brillantes!, allí impartieron.


Vencido, semejaste un gran imperio.
Cualquier ofensa, aquéllos que te oyeron,
¡te blindarán ante cualquier improperio!


Fdo.: Diego Morales Carmona.


miércoles, 27 de agosto de 2014

LA ASIGNATURA DE LENGUAJE Y EL REINO ANIMAL


Cuando estaba en activo, en las postrimerías de mi dilatada carrera profesional, mis dos últimas promociones de alumnos fueron objeto de mi atención preferente. Digo esto porque fueron cuatro años de felicidad extrema impartiendo clases, gracias a la solvencia del alumnado que enseñé y del cúmulo de experiencia adquirida como enseñante.

Alejado de los problemas de la Dirección del Centro, que no eran pocos, mi único interés era hacer niños cultos y que supiesen desenvolverse en la vida, teniendo un norte bien definido: estar preparados para todo y saber discernir entre el bien y el mal, haciendo lo primero y obviando lo segundo.
Pues bien, dicho esto y adentrándome en el tema objeto de estudio, me complace decir que la clase de Lenguaje, siempre y en todo momento, estuvo enfocada en la recitación de un romance o soneto, un dictado imaginado, morfología, sintaxis y redacción. Estos tres últimos aspectos versaban en torno al dictado inventado.
Así las cosas, el dictado siempre estaba inspirado bajo la influencia de animales vertebrados, bien fuesen peces, anfibios, reptiles, aves o mamíferos. Por ejemplo, si era sobre aves, hacía mucho hincapié en resaltar la protección de los progenitores a sus crías cuando éstas eran empolladas o alimentadas. Ese adiestramiento y enseñanza anterior al vuelo, observado en documentales televisivos, más o menos, nos dan una idea de lo que, en este caso, habría que aprender de ellos y, en esta línea, siempre, iba conducido el dictado.
La clase de Lenguaje parecía más bien una clase de Ciencias Naturales. Este prototipo de animales objeto de estudio era, a lo largo de un curso escolar y día tras día, la tónica general a seguir en esa disciplina. Abundando en ello, cómo no, mi perrita Jodie, protagonista de muchos dictados, contribuyó en el conocimiento de los cánidos. Como si de una fábula se tratara, Jodie, muy querida por mis alumnos, - muchas veces, en sus visitas, mi mujer la llevaba a clase- ejercitaba tareas propias de humanos, es decir, hablaba, patinaba con esquíes en la nieve, etc. y un largo etcétera. ¡Imagínenselo!
El dictado finalizaba con una moraleja o enseñanza didáctica encaminada a poner de relieve el cuidado y respeto hacia ese maravilloso reino que forma parte de nuestro planeta Tierra: el reino animal.
La clase, en su planificación, era completada con un análisis morfológico, un sintáctico y una carta dirigida al profesor en relación al pensamiento de lo tratado en el dictado.
Creo bajo modesto criterio que, con independencia de lo enseñado y aprendido en el área de la expresión escrita y literaria, los animales, con claridad meridiana, a los niños les motiva y encanta y si se consigue concienciarlos en la sensibilidad a la querencia de ese mundo, habremos conseguido educarlos, sin duda alguna, en el respeto hacia lo animado y su hábitat, hacia lo natural y lo bello y a lo que forma parte de nosotros y de nuestro entorno cercano y lejano.
Lamentablemente hoy, mi perrita Jodie no está conmigo; pero, claro está, sí en mi recuerdo y, por supuesto, en el de mis alumnos.
D. Diego Morales Carmona