Me pide mi
buen amigo, don Diego Morales Carmona, un artículo para colaborar en
la difusión del aniversario del Colegio Reyes Católicos, de Vera.
Ni que decir tiene, que aquí lo presento y con sumo gusto.
Desde los
años infantiles, he sentido siempre tremendo respeto por la
ENSEÑANZA. No en balde, mi abuelo fue insigne profesor, así como mi
padre, tíos, primos y muchísimos familiares. La profesión de
maestro, enseñante, ha sido cultivada desde tiempos inmemoriales y
en todas las culturas conocidas. Y, en todas ellas, respetada.
Así pues,
el tema ha sido tratado diariamente en mi familia y sus relaciones
sociales. Yo guardo en mi memoria historias personales de aquellos
tiempos pasados cuando, al ejercicio de la profesión, se añadía
el del sacrificio permanente, que dieron ocasión a la circulación
de ciertos refranes, que eran verdad, como siempre..
Y ha querido
la vida, tras la diáspora de los tiempos, que mis tres hijos
recibieran el Ciclo de Primaria en el colegio que ensalzamos.
Además, debo decir, que mi colaboración fue total en su desarrollo
a través de los 5O años de esfuerzos y trabajos de los cuadros
distintos de su profesorado.
Tan es así,
que, tras la publicación de mi poemario sobre Vera “La Ciudad, el
Campo y la Ribera”, fui invitado a una charla poética con alumnos
de grado superior en la Semana Cultural. Hace de esto unos años.
Ahora les cuento cómo fue y sus secuelas.
El
recibimiento en el aula elegida fue formidable. Una cuarentena de
chicas y chicos del curso me esperaban expectantes y llenos de
curiosidad.
Desde el
primer instante, noté la seriedad de aquellos momentos. Y la
atención que prestaban a mis explicaciones. Hice un repaso sobre la
métrica, los acentos, la rima y la medida de versos. No se perdían
ni una palabra. Alguien, pidiendo permiso, propuso por qué no
componíamos un poema como recuerdo. Les gasté una broma y les dije
que, a aquella hora, las musas estarían en el baño. Insistieron y
el resultado fue el poema que
transcribo :
ROMANCE DEL ESTUDIANTE
Mediado era el mes de
Mayo,
cuando comienza el calor,
y perfumado está el campo
de florecillas y amor.
Desde mi ventana escucho
del vientecillo el rumor
de los árboles cercanos,
brillantes de verderol.
Los pajarillos trinaban,
veloces en el alcor
que mi ventana atalaya,
con la clase a pleno sol.
La composición del agua
explicaba el profesor
y yo aprendía gozoso
la mezcla del hache, dos,
o.
Soñaba con playas blancas
en las mañanas de sol,
las tardes largas y
largas,
ganando al fútbol por
dos.
En los viajes prometidos,
adornados de ilusión,
para ver nuevos paisajes
y ensanchar el corazón.
Ver la fiesta de aquel
pueblo,
con mil trazos de color,
con cien guirnaldas
doradas,
con diez canciones de
amor.
Así, tan cerca , sentía
la próxima vacación,
porque ya era Mayo y el
curso
finaba sin remisión.
Noté, contento, el
impulso
de escuchar al profesor,
que en la pizarra
explicaba
del agua composición.
Porque era Mayo y debía
aprobar sin discusión,
para gozar de la vida,
del mar, la playa y el
sol.
Ezequiel Navarrete Garres
Vera, febrero
2.OOO
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