viernes, 10 de mayo de 2013

UNA MIRADA A LA DOCENCIA DESDE EL INTERIOR


Corrían los años setenta. Subida a la tarima, con la tiza entre los dedos, mi profesora de Ciencias de la Educación, cuyo nombre y sonrisa no he olvidado, nos hablaba apasionadamente del poder transformador de la educación.
Enamorada de la docencia, me matriculé en la Escuela Universitaria de Magisterio, en Granada, terminando mis estudios en 1978.
Mi pueblo, Vera, fue y sigue siendo el marco donde mi vocación encontró un espacio para hacerse realidad.
El Colegio de las Hijas de la Caridad: “Preescolar San Agustin”, donde realicé mis estudios de primaria, me acogió en mis primeros años de docencia. ¡Alli me hice maestra!


Desde el año 1979 a 1991 (Año en que se cerró el Colegio, donde tres generaciones de mi familia, nos habiamos educado.) los niños y niñas de Vera formaron parte de mi vida, sintiéndome profundamente unida a ellos y siempre con el apoyo de sus familias. He tenido la dicha de ver crecer estas primeras generaciones. No puedo evitar sentir una vocación colmada del desgaste que suponen los años mezclados con el dulce sabor de la alegría.
En esta época mi grupo de referencia fueron los jovenes maestros y maestras del Reyes Católicos. Con ellos compartí mi interés por la educación, actividades culturales y una gran amistad que perdura en el tiempo.
En septiembre de 1994 mi dedo pulsaba, timidamente, el timbre del Colegio Reyes Católicos y, en esos breves instantes de sonido, me trasladé fugazmente al olvidado rincón de la mente, donde se guardan recuerdos de infancia. Ante mi apareció el majestuoso patio del Colegio, donde acurrucada bajo el mantón de mi abuela, mis ojos se abrían ante aquella representación de teatro de los “Festivales de España”. “El sí de las niñas” me puso, por primera vez, en contacto con el teatro. Un teatro con actores “de verdad”.
El sonido de una voz me hizo volver a la realidad, devolviendo de nuevo al rincón de mi mente, la instantanea.
Don. Diego Martínez Rodríguez, abría la puerta para darme la bienvenida a aquel Colegio, que desde ahora sería el lugar, donde como profesora de Religión Católica, ejercería mi labor docente. ¡Siempre estaré agradecida a sus palabras! ¡Una nueva etapa comenzaba!
Poco a Poco fui adapatándome a aquellos inmensos espacios. El calor de su gente, la capacidad de trabajo de tan buenos profesionales, y sobre todo, las risas, los juegos, las palabras, los dibujos y murales de los niños y niñas de entonces se iban entrelazando para llenar de vida los pasillos y patios.
Pronto me di cuenta de la importancia de las ventanas, que me permitían ver los juegos de los pájaros, que correteando, saltando de una teja a otra, se escondían en su interior, como si de un juego organizado se tratase..
Así, como los pajarillos, recuerdo a mi hija en sus años infantiles. Los colores de su ropa me hacían reconocerla entre la multitud de niños y niñas que inundaban el patio a la hora del recreo.
¡Sus primeros cursos de infantil, de la mano de la Señorita Angeles Caparrós! . Envuelta en sus juegos y en las múltiples actividades que esta preciosa etapa, cargada de sentido lúdico, pone al alcance para el aprendizaje, mi hija Valentina, junto a su promoción de compañeros y compañeras, iba creciendo.
Guiada, a lo largo de la Educación Primaria, por Dª Isabel Ramos, Dª Tomasa López, Dº Diego Morales, Dª Catalina Márquez, Dª Rosario Rivas, Dº Pedro Gallardo, tuve la suerte de formar parte de su vida, también como maestra.Y es aquí, cuando los hijos crecen, donde llega el momento de “mirar la docencia desde el interior”.
El Colegio Reyes Católicos de inmensos espacios físicos, no deja lugar a la frialdad de las proporciones; su grandiosidad radica en la humanidad, profesonalidad y empeño de quienes lo integran, unida a la historia que fueron escribiendo quienes nos precedieron en la tarea de educar; los valores y proyectos en los que pone sus objetivos y el afán de hacer de cada uno de sus rincones, espacios de paz.
Han sido muchos los compañeros y compañeras, con los que a lo largo de estos años he compartido la labor educativa, de todos y con todos he aprendido que, al finalizar una jornada, uno ha de hacerse revisión para poder iluminar cada mañana el aula.
Muchas son las promociones que han pasado en estos años y los rostros y las multiples anecdotas se suceden en mi mente pero, tambien hay un rincon en el corazón, en el que se escriben sus miradas y sus nombres.
Es la educación esa mezcla de esfuerzos entre alumno y maestro, ese intercambio de palabras y ayuda mutua, que te hace sentir que la tarima ya no existe; que ellos son eruditos en tecnología y tú en palabras, y con la fe puesta los unos en los otros, todos salimos ganando”
Quiero agradecer, al final de estas lineas, a toda la comunidad educativa, el haberme hecho sentir, a pesar de las dificultades, que la escuela es como la imaginé.
Mi reconocimiento a Dª Dolores García Jimenez, como Directora del Colegio Reyes Católicos y a mis compañeros del Claustro de profesores.
Jerónima Caparrós Soler

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