Corrían
los años setenta. Subida a la tarima, con la tiza entre los dedos,
mi profesora de Ciencias de la Educación, cuyo nombre y sonrisa no
he olvidado, nos hablaba apasionadamente del poder
transformador de
la educación.
Enamorada
de la docencia,
me matriculé en la Escuela Universitaria de Magisterio, en Granada,
terminando mis estudios en 1978.
Mi
pueblo, Vera, fue y sigue siendo el marco donde mi
vocación encontró
un
espacio para hacerse realidad.
El
Colegio de las Hijas de la Caridad: “Preescolar San Agustin”,
donde realicé mis estudios de primaria, me acogió en mis primeros
años de docencia. ¡Alli
me hice maestra!
Desde
el año 1979 a 1991 (Año en que se cerró el Colegio, donde tres
generaciones de mi familia, nos habiamos educado.) los niños y niñas
de Vera formaron parte de mi vida, sintiéndome profundamente unida a
ellos y siempre con el apoyo de sus familias. He tenido la dicha de
ver crecer estas primeras generaciones. No
puedo evitar sentir una vocación colmada
del
desgaste que suponen los años mezclados con el dulce sabor de la
alegría.
En
esta época mi grupo de referencia fueron los jovenes maestros y
maestras del Reyes Católicos. Con ellos compartí mi interés por la
educación, actividades culturales y una gran amistad que perdura en
el tiempo.
En
septiembre de 1994 mi dedo pulsaba, timidamente, el timbre del
Colegio Reyes Católicos y, en esos breves instantes de sonido, me
trasladé fugazmente al olvidado rincón de la mente, donde se
guardan recuerdos de infancia. Ante mi apareció el majestuoso
patio del Colegio, donde acurrucada bajo el mantón de mi abuela,
mis ojos se abrían ante aquella representación de teatro de los
“Festivales de España”. “El sí de las niñas” me puso, por
primera vez, en contacto con el teatro. Un teatro con actores “de
verdad”.
El
sonido de una voz me hizo volver a la realidad, devolviendo de nuevo
al rincón de mi mente, la instantanea.
Don.
Diego Martínez Rodríguez, abría la puerta para darme la bienvenida
a aquel Colegio, que desde ahora sería el lugar, donde como
profesora de Religión Católica, ejercería mi labor docente.
¡Siempre estaré agradecida a sus palabras! ¡Una
nueva etapa comenzaba!
Poco
a Poco fui adapatándome a aquellos inmensos espacios. El calor de su
gente, la capacidad de trabajo de tan buenos profesionales, y sobre
todo, las risas, los juegos, las palabras, los dibujos y murales de
los niños y niñas de entonces se iban entrelazando para llenar de
vida los pasillos y patios.
Pronto
me di cuenta de la importancia de las ventanas, que me permitían ver
los juegos de los pájaros, que correteando, saltando de una teja a
otra, se escondían en su interior, como si de un juego organizado
se tratase..
Así,
como los pajarillos, recuerdo a mi hija en sus años infantiles. Los
colores de su ropa me hacían reconocerla entre la multitud de niños
y niñas que inundaban el patio a la hora del recreo.
¡Sus
primeros cursos de infantil, de la mano de la Señorita Angeles
Caparrós! . Envuelta en sus juegos y en las múltiples actividades
que esta preciosa etapa, cargada de sentido lúdico, pone al alcance
para el aprendizaje, mi hija Valentina, junto a su promoción de
compañeros y compañeras, iba creciendo.
Guiada,
a lo largo de la Educación Primaria, por Dª Isabel Ramos, Dª
Tomasa López, Dº Diego Morales, Dª Catalina Márquez, Dª Rosario
Rivas, Dº Pedro Gallardo, tuve la suerte de formar parte de su vida,
también como maestra.Y
es aquí, cuando los hijos crecen, donde llega el momento de “mirar
la docencia desde el interior”.
El
Colegio Reyes Católicos de inmensos espacios físicos, no deja lugar
a la frialdad de las proporciones; su
grandiosidad radica en la humanidad, profesonalidad y empeño de
quienes lo integran, unida a la historia que fueron escribiendo
quienes nos precedieron en la tarea de educar;
los valores y proyectos en los que pone sus objetivos y el afán de
hacer de cada uno de sus rincones, espacios de paz.
Han
sido muchos los compañeros y compañeras, con los que a lo largo de
estos años he compartido la labor educativa, de todos y con todos he
aprendido que, al finalizar una jornada, uno ha de hacerse revisión
para poder iluminar cada mañana el aula.
Muchas
son las promociones que han pasado en estos años y los rostros y
las multiples anecdotas se suceden en mi mente pero, tambien hay un
rincon en el corazón, en el que se escriben sus miradas y sus
nombres.
“Es
la educación esa mezcla de esfuerzos entre alumno y maestro, ese
intercambio de palabras y ayuda mutua, que te hace sentir que la
tarima ya no existe; que ellos son eruditos en tecnología y tú en
palabras, y con la fe puesta los unos en los otros, todos salimos
ganando”
Quiero
agradecer, al final de estas lineas, a toda la comunidad educativa,
el haberme hecho sentir, a pesar de las dificultades, que
la escuela es como la
imaginé.
Mi
reconocimiento a Dª Dolores García Jimenez, como Directora del
Colegio Reyes Católicos y a mis compañeros del Claustro de
profesores.
Jerónima
Caparrós Soler
Un escrito muy emotivo!
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