Soy
Cristina Caparrós Soler, nacida en Vera al igual que mis padres y
mis abuelos. Estudie en Granada mi carrera de Magisterio, y allí
inicie mi experiencia como docente por diferentes pueblos de la
provincia de Granada: Los Ogijares, Capileira, Baza y Caniles. En
noviembre de 1985 volví a Vera, a mis raíces.
Me
incorporé al Reyes Católicos de Vera, desde Caniles, ya empezado
el curso escolar, tras conseguir una permuta con Rosario, una maestra
de Baza que estaba destinada aquí, en Vera.
Confieso
que al principio, mis sentimientos eran una mezcla de ilusión y de
miedo. ILUSIÓN por estar en mi pueblo, con mi familia, mis amigos y
mi marido. Me había casado solo cuatro meses antes. MIEDO, ¿por
qué no decirlo? a como sería mi adaptación en el Centro y quizás
por aquello de que nadie es profeta en su tierra.
El
profesorado del Centro era experimentado y con gran sabiduría, y yo
solo llevaba cuatro años de experiencia. Tenía mucho que aprender y
así intente hacerlo.
Mi
estancia en el “Reyes” tuvo dos etapas muy diferenciadas
profesionalmente hablando. En la primera de ellas mi función era
la de tutora de 6ºC. Un grupo algo complicado y con el que tenía
que estar muy alerta. He de decir que tuve la suerte de encontrar la
ayuda y el apoyo de compañeros con mucha experiencia: Dª Lolita,
Dª Anita, Dª Paquita García, D. Juan. Había otro grupo de
compañeros más jóvenes: Paquita Cañadas, Socorro, José Manuel,
María Jesús, Pepi, con ellos además de trabajo compartía
momentos de relax y de expansión fuera del horario escolar.
Aprendí
con ellos, mis compañeros y amigos, aprendí de mis alumnos y con
mis alumnos. Junto a ellos recordé tradiciones que con el paso de
los años fuera de mi ciudad, si bien no estaban olvidados, sí
guardados en un cajón de mi memoria que hacía tiempo no había
abierto.
La segunda etapa de mi estancia
se inicia al embarcarme junto con Mariangeles y María José en un
ambicioso proyecto “Proyecto de integración para alumnos con
discapacidad”. Para nosotros el objetivo principal era que los
alumnos entraran al colegio por la misma puerta que sus hermanos y
vecinos. Hasta ahora, la mayoría de ellos estaban en casa o
marchaban fuera de la localidad a centros específicos; donde se les
podía atender y ofrecer muchos servicios, pero alejados del ambiente
familiar. Conseguimos la integración en casi la mitad de la
jornada escolar. No solo el horario de recreo, también dos horas
diarias a través de unos talleres de psicomotricidad y lenguaje
oral. Las profesoras de infantil: María Elena y Paquita Alarcón,
las educadoras: Maribel y Angelita, las profesoras de educación
especial, Mariangeles, María José y yo éramos una piña
trabajando, siempre dando vueltas a la cabeza para sacar adelante
este proyecto. Hoy día, estos proyectos son más frecuentes y
conocidos, pero en aquella época fue pionero junto otros dos
centros en la provincia de Almería. Fue una experiencia intensa y
difícil pero gratificante. Agotadora, con un montón de horas extras
trabajando después de la jornada escolar, pero con mucha ilusión.
Los niños, “nuestros niños”.
¡Cuánto aprendimos de
ellos y con
ellos! Fue una experiencia enriquecedora, tanto a nivel profesional
como personal. Experiencia que, después de 25 años, sigue presente
en mi vida. El respeto, la tolerancia, la aceptación del otro… son
valores que penetraron en mí y sin darme cuenta pasaron a formar
parte de mi personalidad.
Agradezco a los compañeros del
Colegio Reyes Católicos y a su directora la oportunidad de poder
realizar estas reflexiones en voz alta y desde estas líneas enviar
un fuerte abrazo y un cariñoso recuerdo a todos los que están y a
los que ya no están.
Cristina
Caparrós Soler
No hay comentarios:
Publicar un comentario