lunes, 24 de junio de 2013

IMPRESIONES EN LA VISITA DE INSPECCIÓN AL CEIP REYES CATÓLICOS


El implacable paso del tiempo deteriora alguno de los elementos del edificio o instalaciones que albergan cualquier centro docente, pero a la vez, sirve para construir un particular universo histórico y fortalecer sus señas de identidad. Reflexiono esto, al hilo del Cincuenta Aniversario del Colegio Reyes Católicos de Vera. Cuando, en mis visitas al colegio, observo sus instalaciones, camino por sus pasillos o entro en sus aulas, puedo detectar una urgente necesidad de reformas ya que, en algunos casos, la decrepitud se extiende y aumenta lentamente. Dicho esto, sin menoscabo de la apreciable labor de mantenimiento y la buena impresión estética que presenta el colegio gracias a los trabajos que decoran sus paredes, fruto del trabajo de la comunidad educativa y, en particular, de su alumnado. Pero, paralelamente, este recorrido y lo que contemplo me evocan, la acumulación de historias, vivencias, experiencias, juegos o aprendizajes que, a lo largo de sus cincuenta años, han albergado todos y cada uno de sus espacios: desde las aulas a los patios de recreo. Toda esa historia y la fuerte identidad del Colegio quedarán integradas y absorbidas, en un futuro próximo, cuando se afronten las tareas de construcción de las nuevas instalaciones.


Somos conscientes que, desde los años sesenta del siglo pasado hasta la segunda década de este siglo, la sociedad ha experimentado cambios profundos: el concepto de familia, los medios de comunicación y las tecnologías, las relaciones entre los alumnos y sus maestros, el ocio y los juegos de los niños, las relaciones sociales, las estructuras políticas y económicas, ...
Muchos maestros y maestras y otras personas interesadas por la educación nos quejamos, no sin motivo, de que el comportamiento, el respeto a los otros, el interés por el estudio y otros valores fundamentales para la convivencia están en retroceso. Si bien, es cierto que en la sociedad actual se asientan y extienden otros muchos valores como el esfuerzo, la solidaridad, la tolerancia o la libertad. Todos estos valores se trabajan en la escuela. Por ello, resulta preocupante observar, como en estos tiempos, algunos individuos muestran, sin pudor, el desprecio por la educación, por la enseñanza, por la escuela. El escritor Javier Marías, en una entrevista hace unas semanas, realizaba una afirmación tan contundente como preocupante y afirmaba que “Ahora vivimos orgullosos de nuestra ignorancia”.
Sin embargo, a pesar de los cambios producidos en las relaciones sociales y las transformaciones, hay situaciones que año tras año, curso tras curso, se viven una y otra vez. Hay circunstancias que parecen no cambiar. Tienen que ver tanto con los docentes como con el alumnado.
La curiosidad de los alumnos de primaria ante las explicaciones de su maestro y el descubrimiento del mundo social y natural, el desasosiego de los niños de infantil en los primeros días de su incorporación al colegio, la complicidad de los niños o niñas mayores que se consideran, a sí mismos, sabedores de las claves necesarias para desenvolverse en su cole y que mantienen relaciones de camaradería o complicidad con sus compañeros.
Frente a ellos, está el mundo de los maestros con sus afanes, ilusiones y decepciones. El profesorado desarrolla su trabajo con denuedo aportando su profesionalidad. Hace años, se nombraba la vocación de la maestra o el maestro como un elemento consustancial y necesario de su profesión. En el presente hay también, por supuesto, un alto grado de vocación, pero además hay mucho de saber hacer, intensa preparación y sobrada profesionalidad. En reiteradas ocasiones, la vocación es alcanzada cuando ya se lleva un tiempo entregado a la profesión, con el día a día del aula; no cuando se inician los estudios para el magisterio.
En mis visitas como inspector he sido testigo de muchas situaciones entre el profesorado. He visto como se desenvuelven en su clase maestras recién incorporadas, con las oposiciones ganadas unos meses antes, enfrentándose, con muchos nervios, a la visita de evaluación y quedar yo admirado de las buenas prácticas observadas. He visitado y me he entrevistado con muchos maestros experimentados que sabedores de su buen hacer me han mostrado su clase y que, a veces sin querer, tratan de desviar la atención del inspector hacía aquellas alumnas o alumnos de los que se sienten más orgullosos porque creen que reflejan mejor el fruto de sus enseñanzas; cuando, a veces, esto se puede ver más claramente en el alumno más díscolo o torpe, que a pesar de su indisciplina o dificultad para aprender, va adquiriendo e impregnándose de las enseñanzas que le transmite su profesor. También, he tenido el privilegio de conocer a grandes maestras o maestros al final de su carrera, a punto de jubilarse, que me han mostrado con orgullo y con la ilusión del primer día algún cuaderno de sus alumnos.
Y, por supuesto, destacar la labor fundamental del equipo directivo con su directora, al frente de todo el Colegio Reyes Católicos, que es el impulso de esa compleja trama que forma la comunidad educativa. También recordar al personal de administración y servicios tan imprescindible en el centro. Enhorabuena.
Entre todos van construyendo, día a día, el colegio nuevo sobre el viejo de forma permanente desde sus inicios; construyendo el mañana de los niños y niñas veratenses.


José Antonio Asensio Romero
Junio, 2013

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