lunes, 7 de enero de 2013

RECUERDO DE MI "COLE"



C.E.I.P Reyes Católicos… qué decir de un colegio que marcó mi vida como pupilo. Bien, no puedo dictar historias o relatos pasados, como algunos docentes o alumnos que han vivido ya mucho, dada mi corta edad, 14 años, pero sí puedo expresar algunas cortas anécdotas de la que fue, y será, la mejor época de mi, espero, extensa vida. Si mal no recuerdo, todo empezó tal día como hoy, soleado, pero no lo suficiente para dañar la vista, cuando mi madre se disponía a llevarme al colegio en el que, años atrás, mi padre y otros familiares habían disfrutado de una educación plena y satisfactoria. Yo, confiando en mi madre, la persona más apreciada, me dirigí de su mano, entusiasmado y, a la vez, con la curiosidad propia de un niño de tan corta edad, hacia un lugar al que todos llamaban "cole".

A la izquierda, Alejandro Morata Gallardo



El lugar me impactó, un gran patio colorido y lleno de naturaleza en el cual se localizaban cuatro grandes edificios. Tal fue mi sorpresa que, con la desconfianza de niño de tres años, me aferré a la mano de mi madre buscando protección y seguridad. Ella, con naturalidad, se dirigió hacia uno de los edificios, el más apartado. Recuerdo, como si de ayer se tratase, cómo mi madre me soltó la mano y me dejó frente a una desconocida. Yo busqué en su cara alguna explicación, pero no obtuve respuesta. Después de una corta charla, que a mí se me hizo eterna, mi madre se alejó, y yo sin saber por qué lo hacía la seguí, aunque una mano me impidió avanzar: la desconocida, con una cara que inspiraba confianza, me llevó hasta un aula, pero yo no podía más que llorar y llorar pensando en el abandono de mi madre.

Tal fue mi sorpresa cuando encontré más niños dentro, desconocidos, pero, la curiosidad imperaba sobre la desconfianza, y quitándome las lágrimas pude, por fin, tranquilizarme y entablar relación con aquellos extraños jóvenes de, al parecer, mi misma edad.

Tiempo y profesores fueron transcurriendo de la mano, pero algunos marcaron mi infancia de por vida.
D.Juan, de Educación Física: Un profesor estupendo, enseñaba con sentido del humor, y sabía regañar cuando era necesario, un profesor que, mientras hiciéramos deporte, nos dejaba expresarlo como más nos divirtiera. Amábamos sus clases. Mientras, él nos vigilaba impasible desde detrás de la valla, con café en mano.

Dª. Ángeles. De ella no puedo hablar mucho, ya que yo no tenía mucho conocimiento por entonces, pero sí puedo afirmar que siempre sonreía, y que nos marcó el sistema de aprendizaje con esa sonrisa tan cautivadora y amable.

D. Francisco López: Aún recuerdo esas clases de Conocimiento del Medio cuando sacaba esas cartas de animales y los alumnos, curiosos, traficábamos con ellas, teniendo al quebrantahuesos como carta maestra. O esos días en los que se levantaba una pared corredera y se unía nuestra clase con la de su mujer.

Pero, como es natural, lo mejor para el final.
D. Diego Morales Carmona: ¿Qué decir de un profesor que te ha enseñado todo? Un profesor que es capaz de pasar a alumnos (ignorantes) de un nivel de 4º a un nivel de 2º de la ESO, de un profesor que ha enriquecido mi vocabulario, como también la de otros muchos discentes, un profesor gracias al cual yo he ganado premios de escritura. ¿Qué decir de alguien que ha marcado tu vida clase a clase cuando, en cada una, aprendías una palabra distinta, y alguien sin el cual mi futuro académico no habría prosperado tanto? Sólo hay halagos, y precisamente ahora, que han pasado unos años, veo cómo cobran sentido aquellas palabras que nos decía: "ya me echaréis de menos cuando estéis en el instituto". Y así ha sido, aunque, gracias a Dios, tres años después, me tocó su hermana como docente, la cual me trae muchos recuerdos del que ha sido, y será, una de las personas que mas cambió mi vida.

Simplemente, pues no tengo más palabras, solo me gustaría despedirme con una suave sonrisa de emoción al recordar esos pretéritos momentos y con un poema que él nos hacía recitar:

Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.

Un cordial saludo.
Alejandro Morata Gallardo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario